Ya explico cómo fue mi primera etapa como inversor (y la de la mayoría de los inversores novatos) en la entrada “Mis inicios, lo que todo el mundo hace”, aunque podría resumirse en lo siguiente:
- Abrir una cartera de acciones en un bróker tradicional (mi banco de confianza), siendo como ventaja principal la seguridad/confianza que te ofrece tener una sucursal en tu pueblo, pero teniendo como gran desventaja las grandes comisiones que se pagan en la compra/venta de acciones y en la gestión/custodia de las mismas. Si comprar/vender acciones de empresas españolas no es barato en un broker tradicional, comprar acciones de empresas extranjeras es prácticamente impensable por su alto coste.
- Comprar únicamente acciones de empresas españolas (las típicas como Banco Santander, Telefónica o Repsol).
- Comprar acciones de empresas que reparten un alto dividendo, sin mirar si ese dividendo el solvente (si lo pueden mantener o aumentar durante los próximos años), y dejar a un lado el crecimiento que pueden tener las empresas (lo que realmente hace que suba el valor de cada acción). Como Inditex ofrecía una rentabilidad por dividendo pequeña en comparación con el gran dividendo que daba Santander, ni se me pasaba por la cabeza compra Inditex. Esto es un error, y lo que se debe hacer es analizar las empresas, su deuda, el crecimiento futuro, sus beneficios, si el dividendo es solvente y crece año tras año…
En esta segunda etapa como inversor, lo primero que hice es abrirme una cuenta en un bróker online con comisiones mucho más atractivas que las de un banco tradicional. En este caso, opté por el bróker Degiro, que aunque también presenta algunas desventajas respecto a los bróker de los bancos tradicionales (como por ejemplo, tener que presentar algunos informes por tener las acciones depositadas fuera de España), sus comisiones son muy bajas, sobre todo, a la hora de comprar acciones de empresas americanas.
También empecé a valorar más el crecimiento de las empresas que el dividendo que repartían. Tras ver empresas como Telefónica o Santander que repartían un buen dividendo pero que bajaban de cotización mes a mes, llegué a la conclusión de que es bastante mejor invertir en empresas con buenos balances, y en caso de repartir dividendo (aunque sea pequeño), que tengan capacidad de ir aumentándolo año tras año. De esta manera, probablemente aumentarían su cotización además de pagar un dividendo mayor cada año.
Por otro lado, y aunque estaba mucho más familiarizado con las empresas del Ibex, tuve claro que debía empezar a diversificar fuera de España, y comencé a comprar acciones de empresas extranjeras (como Facebook, AT&T, Johnson & Johnson, Xiaomi…). A día de hoy tenemos la posibilidad de invertir mediante un «click» en miles de empresas repartidas por todo el mundo, y es obvio darse cuenta de que las mejores empresas del mundo no están en España. No digo que no haya empresas buenas y muy interesantes en el Ibex o en mercados secundarios españoles, pero pudiendo invertir en empresas de cualquier parte del mundo, es mejor diversificar.
Y por último, tras leer en varios blogs, me animé y empecé a operar con derivados. Los derivados son herramientas que permiten apalancarte, o lo que es lo mismo, invertir con dinero que no tienes. Es decir, permiten realizar inversiones endeudándote. Esto tiene la gran ventaja de poder acelerar la inversión, pero por otro lado, es muy peligroso porque si vienen malas dadas en bolsa, el impacto negativo en la cartera se multiplica. Además, el hecho de parecer que es dinero fácil, lo hace aún más peligroso.
En mi primera etapa como inversor no aprendí prácticamente nada, y es en esta segunda etapa dónde realmente empecé a aprender sobre los mercados bursátiles. Me informé mucho a base de leer análisis de empresas, blogs de particulares, ver videos y contrastar opiniones de unos y otros, y sobre todo, fui ganando experiencia como inversor, que creo que es lo más importante para ir disminuyendo los errores. No tengo dudas de que seguiré cometiéndolos, pero espero que no vuelva a tropezar con las mismas piedras que antes.
Aún así, aunque es la etapa en la cual más aprendí y donde mejor me fue la inversión, también es cuando llegó la pandemia de la Covid haciendo que los mercados bursátiles mundiales cayesen fuerte generando un efecto dominó y desapareciendo como por arte de magia la rentabilidad que le había sacado a la inversión durante estos primeros años de inversión. De llevar un 20% de rentabilidad en febrero del 2020, a ponerme con una rentabilidad negativa del 10% en un abrir y cerrar de ojos. El hecho de operar apalancado con derivados, hizo que al caer más de un 25% la cotización de las empresas en cartera, el broker me pidiera tener mas efectivo o que vendiera mis posiciones, y tuve que deshacerme de la mayor parte de mis acciones para ser solvente. Claro está, me vi forzado a vender mis acciones a precios bajos y a empezar prácticamente desde cero tras el marzo fatídico en los mercados.
Otra de las cosas que empecé a hacer en esta segunda etapa, aunque muy al final, fue empezar a invertir en fondos indexados. Estoy convencido de que es una de las mejores opciones para mí y para cualquier inversor, y ojala los hubiese conocido antes.
Y es con el crash de la pandemia es cuando finaliza mi segunda etapa como inversor y comienza mi última etapa, en la que estoy sumergido ahora y espero que lo esté durante muchos años.
Cosas que aprendí en esta segunda fase:
Lección 1. A medida que pasaba el tiempo, la rentabilidad obtenida iba aumentando. Todavía llevaba pocos años invirtiendo y seguía siendo un novato en esto, así que la rentabilidad no aumentaba porque yo era mejor inversor cada vez. Aumentaba simplemente por el paso del tiempo, ya que una inversión a largo plazo es más factible que genere una rentabilidad mayor que una inversión a corto plazo. Simplemente, aunque la cotización de las empresas se mantuviera constante, el hecho de recibir dividendos hace que a largo plazo invertir en bolsa acabe rentando. Habrá empresas que se comporten mejor que otras, pero invirtiendo a largo plazo, la tendencia de los mercados es alcista, y por lo tanto, diversificando geográficamente y sectorialmente, lo más normal es que a medida que pase el tiempo la rentabilidad del inversor aumente.
Lección 2. No precipitarse a la hora de comprar acciones de la empresa que nos gusta. La psicología hace que si vemos una empresa subir de precio, pensemos que se nos escapa y nos precipitemos en comprar. Me he dado cuenta de que la mayoría de las empresas ofrecen oportunidades de compra a mejores precios si tenemos paciencia. Si nos gustan varias empresas y estamos pensando en comprar acciones de ellas, una opción es seguirlas un tiempo y comprar acciones de alguna de ellas si cae su cotización, ya que si nos gustaba al precio actual, todavía nos gustará más el día que su cotización caiga. El problema suele ser, que cuando la cotización cae, nos da miedo y nos cuesta más comprar acciones de ella, cuando debería ser al revés, ya que si cae nos está ofreciendo comprarla en rebajas. Esta lección la aprendí en esta segunda etapa como inversor, pero de vez en cuando no se estarme quieto y sigo cayendo en la misma trampa.
Lección 3. Es muy difícil acertar con las empresas en cartera. Aunque invertir en empresas seleccionadas por mí me haya dado resultados bastante buenos en estos años invirtiendo, en esta segunda etapa me he empezado a interesar y a seguir la inversión en índices, y he podido ver cómo si hubiese invertido todo mi dinero en un fondo indexado al SP500 (bolsa estadounidense) el día que comencé en este mundillo, la rentabilidad obtenida hubiese sido muchísimo mayor. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir, que si los expertos no consiguen batir al SP500, yo no voy a ser el listo que lo consiga. Me gusta mucho intentar predecir qué empresas lo harán bien y apostar por ellas, pero invertimos para ganar dinero, y se ha demostrado que invertir sencillamente en un fondo indexado al SP500 o al mundo entero a largo plazo, es más rentable que invertir comprando acciones de empresas seleccionadas por uno mismo.
Lección 4. La más importante de todas, no querer obtener rentabilidades demasiado rápido. Querer llegar a nuestros objetivos demasiado rápido suele provocar que nos pongamos piedras en el camino y finalmente obtengamos nuestros objetivos más más tarde de lo esperado. Cuando invertimos, siempre nos gusta destinar parte del dinero a comprar empresas que nos auguran grandes subidas de cotización y podamos así acelerar nuestro proceso y llegar antes a nuestro objetivo final. No es mala opción destinar parte del dinero a invertir en empresas más arriesgadas, pero por lo general, son inversiones que no suelen ir bien y lo más seguro es que haber invertido en una empresa más sólida nos acabe generando más dinero a largo plazo que invirtiendo en una empresa más arriesgada. Destinar ese dinero a una inversión más segura y menos rentable, a largo plazo, probablemente haga que consigamos llegar a nuestros objetivos más rápido que arriesgándonos invirtiendo en empresas menos seguras. Como ejemplo, para explicar un poco mejor esta lección, los siguientes dos inversores. El primero, uno que invierte 50.000 euros en empresas sólidas que le generan un 5% anual. El segundo, uno que invierte 40.000 euros en empresas sólidas que generan el 5% anual, y destina los otros 10.000 euros a dos empresas que cree que le rentarán un 20% el año que viene. La idea de este segundo inversor es obtener ese 20% de rentabilidad al cabo de un año y volver a meterlo en las empresas sólidas, obteniendo así ese plus. ¿Qué pasará? Lo más seguro es que esos 10.000 euros no le generen un 20%. Es más, lo más seguro es que le generen menos que un 5%, y que incluso la rentabilidad de esos 10.000 euros sea negativa, haciendo que acabe siendo un lastre en la inversión y dándole una rentabilidad al segundo inversión peor que al primero. En mi caso, quise correr con las operaciones con derivados, apalancándome, y me salió el tiro por la culata. Al final, hubiese sido mejor intentar correr menos. Si no llego a haber utilizado estos instrumentos financieros, mi rentabilidad antes de la pandemia hubiese sido inferior a la que obtuve operando con derivados, pero la pandemia apenas me hubiese afectado y hubiese salido de ella con más rentabilidad y con una cartera mucho más fuerte.