El mayor desafío de invertir no está en los cálculos, sino en tu cabeza

Cuando pensamos en inversión en bolsa solemos imaginar gráficos, balances, ratios y proyecciones económicas. Sin embargo, los mejores inversores coinciden en algo: lo más complicado no son los números, sino la psicología. El verdadero reto está en cómo reaccionamos emocionalmente ante la volatilidad de los mercados.

La bolsa sube y baja constantemente, y esas oscilaciones activan en nosotros miedo, euforia, codicia y ansiedad. Para mí, el siguiente gráfico muestra de una manera muy visual y sencilla cómo actuamos los inversores dejándonos llevar por nuestra mente.

Imagen que representa la montaña rusa de las emociones que vive un inversor

Si no aprendemos a controlar estas emociones, terminaremos tomando decisiones irracionales que afectan negativamente a nuestros resultados.


El pánico cuando todo cae

Cuando las bolsas sufren una fuerte caída, los titulares de prensa se llenan de catástrofes, los foros hierven de mensajes apocalípticos y nuestro cerebro activa la alarma: “hay que proteger el dinero”.

En esos momentos, muchos inversores venden justo cuando los precios están en el suelo. No solo eso: también dejan de aportar a sus planes de inversión, perdiéndose la oportunidad de comprar más barato. Paradójicamente, lo que racionalmente debería ser una buena noticia (poder adquirir los mismos activos a menor precio) se convierte en motivo de pánico.

Cuando hay pánico todo el mundo tiende a vender

Esto tiene un origen biológico: el cerebro humano interpreta una caída del 30% en la cartera como si fuera un ataque de un depredador. Nuestra amígdala activa la respuesta de huida, aunque en el mercado esa reacción suele ser la peor estrategia.


El FOMO en las subidas

El otro extremo resulta igual de peligroso. Cuando los mercados suben y los índices alcanzan máximos históricos, aparece el famoso FOMO (fear of missing out, o miedo a quedarse fuera).

Quien permaneció al margen durante la caída comienza a sentir que “se está perdiendo la oportunidad de su vida”. El problema es que entra tarde, comprando caro, justo cuando el ciclo alcista ya está avanzado. El resultado es el peor de todos: comprar alto y vender bajo, exactamente lo contrario de lo recomendable.

Cuando hay euforia y positivismo, aparece el FOMO y todo el mundo tiende a comprar

Un ejemplo emblemático fue la burbuja de las puntocom en el año 2000. En aquel entonces, cualquier empresa con un “.com” en su nombre parecía un billete seguro hacia la riqueza. El miedo a quedarse fuera impulsó a millones a invertir sin mirar fundamentos… hasta que el estallido de la burbuja lo arrasó todo.


El apego irracional a las pérdidas

Otro sesgo psicológico muy común es la aversión a la pérdida. Los estudios muestran que perder 100 euros nos duele aproximadamente el doble que la satisfacción de ganar esos mismos 100 euros.

En la práctica, esto se traduce en que muchos inversores mantienen posiciones en negativo demasiado tiempo con la esperanza de “recuperar lo invertido”. Piensan: “No voy a vender ahora, quiero al menos empatar”.

El problema es que esa espera rara vez se basa en un análisis racional del negocio. Y lo más curioso: cuando el precio por fin vuelve al punto de entrada, ya no quieren vender, porque entonces entra la avaricia: “¿Y si ahora sube mucho más?”.


Otros sesgos que sabotean tus inversiones

Además de la aversión a la pérdida, hay otros sesgos que afectan a casi todo el mundo:

  • Sesgo de confirmación: solo prestamos atención a la información que valida lo que ya creemos.
  • Exceso de confianza: pensamos que podemos batir al mercado porque alguna vez lo hicimos bien.
  • Efecto rebaño: seguimos a la multitud, aunque la multitud se equivoque.
  • Sesgo de disposición: vendemos demasiado pronto las posiciones ganadoras y mantenemos demasiado tiempo las perdedoras.

Estos atajos mentales nos ahorran esfuerzo en el día a día, pero en la inversión suelen jugar en contra. Aquí os comparto un enlace a un extracto muy interesante que profundiza un poco más en estos sesgos.


El papel de los medios de comunicación

Los medios actúan como altavoces de las emociones.

Cuando el mercado cae, los titulares se vuelven alarmistas: “Se hunden las bolsas”, “El pánico arrasa en los mercados”. Cuando sube, en cambio, predominan los mensajes eufóricos: “El rally no tiene fin”, “Oportunidad histórica de ganar dinero”.

Los medios de comunicación son amplificadores de nuestras emociones en la inversión

A menudo, estas alarmas se ven amplificadas por declaraciones de inversores y economistas de renombre (como Michael Burry, Nouriel Roubini o Peter Schiff), lo que refuerza la percepción de que una gran caída en bolsa es inminente.

Este bombardeo emocional refuerza nuestros sesgos: fomenta el miedo en las caídas y el FOMO en las subidas. Y al final, en lugar de ayudarnos a tomar decisiones racionales, nos empuja a actuar en el peor momento posible.


“Yo voy a resistir”… hasta que no resistes

Es fácil decir: “yo no me dejo llevar por el pánico ni por la euforia”. Pero la realidad es que casi todos acaban cayendo.

Cuando llega una caída del 30% y ves tu ahorro de años desplomarse en rojo, la teoría se convierte en dolor real. Incluso los inversores experimentados reconocen que han cometido errores emocionales.

Un ejemplo famoso es el del fondo Magellan de Peter Lynch. Durante los años 80 logró rentabilidades espectaculares, pero la mayoría de sus partícipes perdió dinero. ¿Por qué? El problema no era el fondo (que ofrecía resultados extraordinarios bajo la gestión de Lynch), sino las emociones de los propios partícipes. Muchos entraban después de las subidas y salían en pleno desplome, destruyendo así su rentabilidad.

Os dejo aquí un resumen de un libro que considero lectura obligatoria: Un paso por delante de Wall Street, de Peter Lynch.


Herramientas prácticas para resistir

La clave no es eliminar las emociones (eso es imposible), sino diseñar un sistema que te proteja de ti mismo. Algunas ideas:

  • Automatiza las aportaciones: fija una cantidad mensual y no la toques, pase lo que pase en el mercado.
  • Invierte a largo plazo: acepta que siempre habrá volatilidad en el corto, pero que la economía mundial ha crecido en horizontes de décadas. Aquí una entrada (a mi parecer interesante) que publiqué hace un tiempo sobre la «Importancia del largo plazo».
  • Diversifica: reparte tu inversión para no depender de un único activo o sector.
  • Lleva un diario de inversión: anota por qué compras algo. En las caídas, releer tu razonamiento ayuda a no actuar impulsivamente.
  • Apaga el ruido mediático: infórmate, pero no vivas pendiente de los titulares diarios.

Ya he comentado en varias ocasiones que, para mí, una de las mejores estrategias de inversión es aportar periódicamente una cantidad fija a fondos indexados. Es un sistema sencillo, que cumple todas las premisas de una buena inversión: sin complicaciones, sin dolores de cabeza y con la tranquilidad de poder dormir tranquilo. Si tenéis más curiosidad de qué son los fondos indexados y cómo invertir en ellos, os sugiero leer la entrada «Invertir en Fondos indexados«.


En resumen

El mayor enemigo del inversor no es el mercado, ni la inflación, ni los tipos de interés. El mayor enemigo está en su propia mente.

Invertir no es solo un ejercicio de números, es un ejercicio de paciencia, disciplina y psicología. Como dijo Benjamin Graham, mentor de Warren Buffett: “El mayor problema del inversor (y su peor enemigo) probablemente sea él mismo”. Aprovecho que menciono a Benjamin Graham para dejaros aquí una entrada que publiqué hace unos tres años con algún extracto muy interesante de su libro «El inversor inteligente».

La próxima vez que llegue una caída fuerte, hazte una pregunta:


¿Serás tú quien venda en pánico… o quien vea la oportunidad?

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